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martes, 19 de febrero de 2008

Loor a Pedro Francisco Bonó, secretario de la Asamblea Constituyente de Moca. 19 de febrero del 1858.

La Fundación Corripio describe en sus páginas a Bonó de la siguiente forma:
Pedro Francisco Bonó Mejía
Nació en Santiago el 18 de octubre de 1828. Murió en San Francisco de Macorís el 13 de septiembre de 1906.

Fueron sus padres José Bonó e Inés Mejía. Se destacó como abogado, político, ensayista, novelista, congresista y patriota.

Como pensador y civilista, Pedro Francisco Bonó está situado en la misma línea de Ulises Francisco Espailat, Francisco Gregorio Bilini y Benigno Filomeno Rojas. Es, tal vez, el más hondo y original pensador social de su generación, de una integridad sin dobleces. Su hoja de servicio a la patria y a sus conciudadanos está plagada de actos de enaltecedora nobleza.

El licenciado Raymundo González, consecuente estudioso de la obra y del pensamiento de Bonó, autor, además, del estudio preliminar y las notas que acompañan los dos volúmenes que la Biblioteca de Clásicos Dominicanos dedica a este pundonoroso pensador social dominicano, estima que "su preocupación por impulsar un proyecto de nación que no excluyera a las clases trabajadoras que constituían la mayoría del país, lo que significaba fundamentar una republica democrática, no sólo revela su filiación con el ideal de los trinitarios, y en particular con su fundador Juan Pablo Duarte, sino también la aparición de un nuevo tipo de intelectual, distinto por su compromiso ético y social con los más pobres".

Y agrega a renglón seguido: "Con Bonó se inaugura una tradición del pensamiento social dominicano que mira al conjunto de la nación desde el lugar social de los trabajadores", pues se definía a sí mismo como un "trabajador, obrero" y concluía que el trabajo era su "caballo de batalla".






Por su parte Gregorio Luperón, en Hombres de la Restauración, se ha referido a Pedro Francisco Bonó en los siguientes términos:

"Ciudadano respetable, muy instruido y de meritorios antecedentes, implacable enemigo del mal proceder, sinceramente apasionado por la justicia, la libertad y la democracia. Hombre íntegro, de escuela práctica y seria, de carácter severo y rígido, sombrío en sus maneras, estoico en su vida, intransigente en sus opiniones, firme en sus propósitos, perseverante en los principios, de valerosa entereza, de larguísimos servicios" De temperamento capaz de concebir las mejores ideas y de cumplir con su deber, sirvió como secretario del ilustre y benemérito general Juan Luis Franco Bidó,
caudillo en la guerra de independencia contra Haití;, que dirigió la Batala de Sabana Larga en 1856".

Este juicio del paladín de la guera restauradora y líder del partido Azul, quien conoció a Bonó, es una prueba fehaciente del respeto que le mereció por la rectitud de su carácter y por su conducta cívica y moral, cualidades que concitaron la admiración de personajes tan adustos como Ulises Heureaux. Nunca dejará de medir la distancia que separa mi tamaño de la importancia de usted", legó a decir el implacable dictador refiriéndose a Pedro Francisco Bonó, con quien sostuvo, además, una nutrida correspondencia, recogida por Emilio Rodríguez Demorizi en Papeles de Pedro Francisco Bonó. Estos papeles lo reivindican, en 1964, de la exclusión de su nombre en la Antología de la Colección Trujilo de 1944, cuando aún era tabú el reconocimiento del valor social y productivo del obrero. Bonó había escrito en nuestro país el primer ensayo formal sobre este tema.

Poco antes de que Bonó se consagrara como pensador político y social había dado a la luz una curiosa novela de costumbres titulada El montero, publicada en 1856 en la revista El Coreo de Ultramar, de la que Bonó era subdelegado y con la cual se inaugura la tradición novelística dominicana.

Pero al margen de sus textos literarios, con tan sólo haber escrito Apuntes sobre los cuatro ministerios y Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas, el nombre de Pedro Francisco Bonó ocuparí­a un lugar de honor entre los más conspicuos pensadores sociales antilanos.

La lectura de estos dos textos debiera ser tarea obligada de los dominicanos de hoy, empeñados en buscar las raíces de la nación que nos legaron nuestros antepasados y que estamos comprometidos a impulsar para que pueda alcanzar el sitial que le coresponde en el siglo de la globalización y de acelerados cambos tecnológicos.

Inspirado en la justicia, la libertad y la solidaridad escribió:

"Lo que constituye la fuerza
de una nación, es la riqueza; lo
que constituye su felicidad, es
la libertad. La libertad y la ri-
queza son las ruedas sobre las
que marcha la civilización, mas
si la primera nace con el hom-
bre, la segunda la hace el legis-
lador y el hacerla es su gran tra-
bajo. Sin embargo, ya hoy día no
es tan difícil por las luces que
sobre este punto ha repartido la
economía política y nadie igno-
ra que la riqueza se hace: por
medio de buenas leyes, que ase-
guran el fruto del trabajo, por
medio de la educación, que
haga más perfecto el trabajo y
por medio de buenas y seguras
ví­as de comunicación, que ase-
guren y faciliten los cambio"

La trayectoria de Pedro Francisco Bonó como servidor público desde que en 1851 fue designado fiscal en Santiago, es extensa y variada, pero siempre mantuvo la rectitud y la honorabilidad, tanto en la magistratura como en el Congreso Nacional, donde su primera participación pública más destacada se produjo en ocasión de la democrática revuelta que depuso a Buenaventura Báez, iniciada en el Cibao el 7 de juliode 1857. Firmó el manifiesto y fue designado Comisionado de Interior y Policía del Gobierno junto a Ulises Francisco Espailat, hasta el 1ro.de marzo de 1858.

En virtud del Decreto del 25 de septiembre de 1857, se convocaba al soberano Congreso Constituyente en la ciudad de Moca para la elaboración de la célebre Constitución promulgada en esa ciudad y Bonó fue electo secretario del mismo el 27 de diciembre de 1857. Abogó por el establecimiento de un sistema federal en el paí­s con la finalidad de eradicar los efectos negativos de las guerras civiles.

Le tocó leer, el 16 de febrero de 1858, en su calidad de secretario de la Asamblea Constituyente, el decreto mediante el cual se promulgaba la Constitución. Luego presidió el Congreso que al efecto se estableció en Santiago, sede del gobierno que surgió, hasta el triunfo de la reacción santanista que lo obligó a salir del país en calidad de exiliado junto a sus compañeros de gobierno Ulises Francisco Espailat, José Desiderio Valverde, Benigno Filomeno Rojas y Domingo Mallol, el 3 de diciembre de 1859, ocasión que Bonó aprovechó para conocer directamente las instituciones democráticas de Estados Unidos.

A su regreso trabajó, junto a otros juristas, en el informe enviado al Ministerio de Justicia acerca de la adopción de los códigos franceses.

El 3 de diciembre de 1859 se desempeñaba como Procurador del Tribunal de Primera Instancia de Santiago, pero la acción cívica y patriótica de Bonó adquirió un mayor protagonismo durante la guerra restauradora, de cuyo gobierno, instalado en Santiago, fue, junto a J. B. Curiel, comisionado de guera; además, fue uno de los firmantes del acta constitutiva del gobierno de la República en armas. También desempeñó las funciones de Ministro del Exterior, para cuyo cargo fue designado el 12 de mayo de 1864, así­ como también de Hacienda, en forma provisional.

Restaurada la República, durante el gobierno del general José Marí­a Cabral y Luna fue nombrado Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública y Encargado de la Cartera de Relaciones Exteriores.

Entre abril de 1875 y junio de 1876, realizó un extenso recorido por Europa.

En tres ocasiones fue propuesto para la presidencia de la República, lo cual rechazó en forma reiterada: "Yo no quiero ser partidario, quiero ser dominicano. En todos los partidos hay hombres excelentes y hombres abominables", dice el 1ro. de marzo de 1884, en su manifestación a sus conciudadanos, al declinar la posibilidad de ser candidato a la presidencia de la República. Tampoco le aceptó un ministerio a su amigo y compañero de jornada patriótica Espailat, cuando este se lo ofreció en 1876, en su calidad de Presidente de la República.

Conocer la vida y la obra de Pedro Francisco Bonó será siempre útil, pues él fue un modelo digno de emular por los múltiples servicios que le prestó a su patria, sin limitar el esfuerzo y sin requerir nada a cambio. Su figura se destaca como uno de nuestros verdaderos próceresciviles.

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